UNA VISIÓN DESESPERADA DE LA CIUDAD

Desesperaciones, de Merche González. En la Galería Ibalart (C/ En Llop, 3).

La nueva Valencia, distante y pretenciosa, tiñe de arrogancia la transformación de su modelo pretendiendo velar, tras el espectáculo de su nueva arquitectura, su historia y tradición. Pero hay otra Valencia, vivida, sentida, que se abre emocionalmente a su habitante. Cómplice de secretos, su intimidad reposa en cada esquina, en la piel de sus calles curtidas por el tiempo y por el paso de sus gentes. Las DESESPERACIONES de Merche González nos cuentan esa experiencia de la ciudad, a través de una mirada humanizada al paisaje urbano, trasunto de su alma, que escode en cada imagen la significación emocional de lo vivido. Desde esa visión debemos aproximarnos a los temas y personajes que habitan en sus composiciones, deliberadamente agredidas en el proceso de digitalización. Para ello ha debido distanciarse del purismo técnico y conceptual de su serie VERSUS. En esta serie exploraba una estética depurada a partir de la confrontación poética y formal entre la arquitectura y la figura humana. Esta acertada serie visitó las principales salas de exposiciones nacionales causando el interés de la crítica. DESESPERACIONES se plantea como un camino paralelo y complementario, que consolida la evolución de su carrera como artista, como capturadora de la realidad desde una visión estética y plenamente poética. Su trabajo actual exige transgredir ciertos procedimientos de la fotografía en aras de la expresión. En sus nuevas composiciones, el trazado de la arquitectura se retuerce bajo la tensión de los cielos, distorsionando los contornos que nos abrazan la mirada hasta adentrase en el sentimiento. La ciudad que retrata Merche González se convierte en espejo de su personalidad, de sus sentimientos convirtiendo el paisaje urbano en paisaje íntimo, privado, sentido.

       Este camino interiorizado por la ciudad se distancia del estilo documental que durante años ha dominado la Fotografía Urbana, y se propone aproximar el paisaje y el entorno desde la visión humanista y rescatar el esteticismo establecido por el Pop. Con ello, Merche consigue dejar a un lado la mirada social inherente a la fotografía de las ciudades y apuesta de manera decisiva por su expresión subjetiva, impregnando de su identidad a Valencia.

                                                                             Alejandro Villar Torres 



CREAR, DESDE EL ACTO MISMO DE MIRAR

Artista: Josep Llopis.
Consultar obra en: www.josepllopis.com
Contacto: josep@josepllopis.com

En la pasión del artista no hay descaso, ni tregua. La tensión del impulso creativo no sabe de talleres, ni siquiera de tiempos. La realidad está dispuesta sin tapujos, desnuda en cada esquina para el hacedor de formas, para la transformación y elaboración de estructuras, de gestos y miradas. No hay pausa. Todo es crear, hasta el mismo acto de mirar para aquel que asume la actividad artística sin límites.

       Frente al dominio formalista que implora unos límites para el arte, la creatividad exige del sujeto la exploración de medios, ya que todo es poesía.

       Bajo esa mirada, Josep Llopis se enfrenta al arte, posicionándose frente al hermetismo con una actitud equilibrada entre los dominios de las artes. Así se muestra algo escultor en la pintura, un poco dibujante en la escultura y eminentemente plástico en la fotografía. La creatividad no cierra, integra.

       Su obra defiende el gesto, la intuición, el azar, la reflexión, el esteticismo, la completitud. El gesto levemente impreso en un trazo inmediato, espontáneo, pero no descontrolado, dibuja formas inconclusas, que sueñan movimientos, que fraguan cromatismos. El significado es siempre perfecto, pues pertenece a la cualidad terciaria de la expresión inherente a la forma. Su verdad es ritmo, cadencias no viscerales que dibujan matices y trasparencias, suavidades acuosas que se diluyen en cada pincelada. ¿No es eso música? De nuevo la creación abraza el sonido con cada nota de color. Y lo mismo ocurre cuando la pincelada se torna configuradora de dibujo en el espacio. Sus esculturas reclaman ser forma desde su entidad material: hierros, maderas y volúmenes se retuercen en el espacio asfixiando el aire en su estructura, comprimiendo la atmósfera en sus recodos. Las texturas acompañan el juego de sentidos, pero son las líneas desde su abstracción las que ansían ser figuras y sugieren mundos significativos.

       Donde la artista es más poeta de la pintura, es en la fotografía. Bajo el recurso de la fragmentación engaña al ojo en el proceso perceptivo y convierte la representación de la realidad en un baile de colores, en un canto a la pictoricidad. Los colores reverberan fuerza, luz y plástica, completando el ciclo de la pura visibilidad en sus procesos creativos. Una cerámica, una flor, un pared calada, un automóvil, un arado, un dibujo, un trazo, un garabato, una sombra... todo pierde su entidad bajo la mirada del creador que convierte sus formas en texturas, manchas, sensaciones visuales y ópticas. Impresiones de viveza y plasticidad. Fragmentos de lo bello capturados en el mismo acto de mirar.

                                                                             Alejandro Villar Torres   


1808-2008 LA GÉNESIS DE LO CONTEMPORÁNEO

Homenaje e Indulgencia al Siglo XIX en El Caballero de la Blanca Luna (C/ En Borrás, 16 bajo; Visitas guiadas: 629 623 445). Hasta el 7 de Junio de 2006.

Cambio, drama, exaltación. Esplendor de la razón y misterio del alma encogida. El sonido de los timbales emerge entre el humo de la pólvora. Ruido. Ecos de guerra. Revolución. Entre la conciencia y la pasión arrebatada se asientan los cimientos de la era contemporánea española. Es la España del XIX. Una España poliédrica: ilustrada, romántica, saqueada, mística, devota, liberal, libertina, decadente, indolente, temerosa... Un siglo al que el arte rinde homenaje con motivo del II Centenario de la Guerra de Independencia en este nuevo proyecto expositivo de El Caballero de la Blanca Luna.

       La contemporaneidad en España es un fenómeno retroactivo tan sugerente como contradictorio; fascinante por la vertiginosidad de los procesos políticos y sociales que han contribuido a cincelar nuestra cultura. ¿Moderna?. Tradición y modernidad son polos a los que el arte se siente atraído con la misma intensidad. Este fenómeno bipolar de la realidad cultural española es la idea fundamental de la exposición: la multiplicidad de lenguajes artísticos se sirve de la idea para ofrecernos una revisión de los principales acontecimientos del XIX, que han forjado el progreso y la evolución histórico-artística de nuestro país. Ecos del decadentismo del Antiguo Régimen perviven en el universo expresivo y romántico de Goya que se enfrenta al clasicismo normativo del mundo de la Razón e Ilustración. Revisiones del pasado en el llamado Siglo de la Historia que nos llevan a conceptos de elegancia y naturalismo, de plasticidad y ritmos cromáticos que abren las puertas del siglo XX.

       Estos ejes de la Historia y del Arte convergen en el Homenaje e Indulgencia al Siglo XIX: Napoleón atravesando los Alpes (Sergio Luna), diferentes versiones de los Fusilamientos del 2 de Mayo en Madrid, (Pérez Esteban y Ana Lloret) o la versión de Los niños con mastín, de Goya (Carlos Domingo). Las Torres de Quart con sus impactos de balas de la ocupación francesa de Valencia (Verónica Alarcón) o Godoy, Godoy, de Alfredo Pardo, irónica visión del valido que permitió pasar a los ejércitos franceses por tierras españolas con la promesa de Napoleón de un territorio en el Algarve portugués.

       Formas diversas de creación plástica exploran este universo temático desde la coherencia de la investigación artística desarrollada por cada uno de los autores. Jóvenes creadores dispuestos a manifestar el estado de vigencia de las artes en un momento crucial, de crisis y cambios, en el que se cumple el II Centenario de la etapa napoleónica en España y Europa.

       La exposición, comisariada por Vicente Chambó y presentada en la Sala de El Caballero de la Blanca Luna, visitará las principales ciudades españolas durante 2007 y 2008. Una oportunidad para ver el pasado desde el futuro.

                                                                             Alejandro Villar Torres   


EL MUNDO OBJETUAL DE JARR, CONQUISTA LAS AMÉRICAS

Academia de Bellas Artes de México. Del 3 de Marzo al 3 de Abril de 2006.

La Academia de Bellas Artes de México dedica una exposición monográfica al artista valenciano JARR en la que se confirma la naturaleza poliédrica de sus obras que funden plástica, objeto y misticismo. Después de representar a Valencia en la Bienal de Buenos Aires y a España en diversas exposiciones por el continente americano, el peculiar universo de este creador incansable encuentra en esta exposición un merecido lugar en el contexto internacional del arte. Su genuina identidad, visionaria y transgresora, se ha ido gestando progresivamente a lo largo de una década; años de investigación y experimentación en su estudio-taller, al margen de oficialismos, escuelas y academias. Paradojas de la vida: es una Academia de Bellas Artes, máxima institución oficial del arte de un país, la primera en analizar formalmente su obra.

Pintemos un objeto en la memoria
La actitud que siempre ha mantenido JARR ante la superficie bidimensional de la pintura podría definirse como irreverente, transgresora, pseudo-escultórica pero eminentemente objetual. Ya en las bailarinas de su Pas-à-quatre, los límites entre la escultura y la pintura se debatían, otorgando la victoria al objetomismo, al concepto-esencia-forma. Cenicienta nunca existió fue su primera gran obra objetual a la cual, una década después, regresa el artista, cumpliendo esa idea universal del eterno retorno al que todo ser humano estamos destinados. Incluso ese amor al objeto lo encontrábamos en la que a mi modo de ver fue su gran descubrimiento de la pintura: en la serie JARR & JARR C.O.: valoración monumental de la fuerza expresiva, del color y la materia con su perro como pretexto. La intensidad expresiva de sus perros, algo agresiva para la comodidad del espectador, se veía compensada por ese sentido lúdico al que se muestra fiel JARR: guiños objetuales, pelotitas y huesos, convertían sus piezas en móviles, viviendo la creación y el uso del arte como un juego. En sus proyectos posteriores descubrió la fascinación.

El mundo objetual de JARR
A partir de ese momentó comenzó la impugnación de la leyes que el tiempo y la historia han fijado en el arte más reciente y manifestó con sorprendente coherencia un nuevo reino del arte objetual. Un reino presidido por El Gran Dictador una escultura-emblema del vertedero, compuesta de cientos de objetos acumulados en el tiempo, en el espacio, en el olvido. Pedazos. Fragmentos de una historia intercalada en el discurso encadenado del desperdicio, compuesto por el artista diletante, un Diógenes poeta, iconoclasta y visionario. El pasado amontonado en el presente adopta la forma de monumento irreverente a la civilización, al capitalismo, al consumo, y muestra su lado brutal.

       La exposición El mundo objetual de Jarr, que inició su andadura en la Galería Ibalart (2005), es una reflexión sobre el objeto artístico, y la libertad como principio creativo a partir del collage, que permite incluir en una misma composición la combinación de pintura, fotografía y objeto. Poesías visuales. Manifestaciones de la realidad y del alma con las que el artista exige el derecho a ser libre para crear, mirar... y agitar los cimientos sobre los que se asienta el arte.

Alejandro Villar Torres   


LA MODERNIDAD DE PINAZO

Ignacio Pinazo, los inicios de la pintura moderna, en el IVAM (Guillem de Castro, 118). Hasta el 19 de Marzo de 2006.

La exposición comisariada por el catedrático Francisco Javier Pérez Rojas para el IVAM inserta definitivamente la trayectoria de Pinazo en el movimiento moderno.

       Sólo los grandes pintores permiten ejercitar sobre sus obras distintas miradas; revisar sus maneras desde ilusiones y posturas nuevas que motivan un discurso amplio de sensaciones y conceptos para la historia y para el arte, para el investigador y para el espectador. De genios y maestros versan los principales acontecimientos artísticos de nuestros museos, que rescatan sus figuras para el placer de los sentidos. El arte español hizo justicia ya en vida a los méritos de Ignacio Pinazo, pero la intensa personalidad del pintor valenciano y la influencia de su obra en los inicios de la pintura moderna española, exige plantear un nuevo recorrido de estudio por su vida y obra; abrir y extraer de su figura significaciones e imprevistas conexiones con sensibilidades y movimientos artísticos de la modernidad, para valorar definitivamente la trascendencia de su trayectoria.

       El recorrido comienza con la formación autodidacta de Pinazo, en esa necesidad moderna y libre de plasmar la realidad más inmediata a través del dibujo. Una relación íntima con la pintura que se inicia al calor de la tradición pictórica valenciana, de su admiración por Francisco Domingo, Velázquez y Fortuny. Pero es, sobre todo, su fascinación por Goya la que "le marca el sendero de lo moderno, al igual que había sucedido con otros artistas internacionales de esta época como Manet".

       Roma. La estrecha vinculación artística Roma-Valencia constituye también en Pinazo un tema crucial en su definición como artista moderno. "Un lienzo apenas en blanco para pintar un gesto". Así inicia Pérez Rojas uno de los capítulos impregnándose poéticamente del estilo impreciso de Pinazo, que asume una actitud propiamente moderna desde la tradición pictórica. El binomio realismo versus clasicismo subyace en el trasfondo de su trazo libre y en esa plasticidad que tanto lo acerca a la pintura pura en algunos de sus cuadros. Pérez Rojas demuestra cómo los ecos de la tradición pictórica del siglo XIX y de sus grandes géneros se abren en la figura de Pinazo hacia formas y actitudes modernas. Es su libre temperamento, convertido en gesto y trazo, el que prevalece en la definición de los temas y en la concepción del cuadro. Lo deliberadamente inacabado de Pinazo expresa la pasión inagotable por los valores plásticos, que exhibe en cada uno de sus lienzos, tablillas o trozos de papel.

       Otro gran capítulo lo constituye la aportación de Pinazo al retrato moderno a través de la contemplación de verdaderas joyas del género. Un repertorio de retratos escogidos para la exposición en los cuales indagamos en ese espíritu fin de siglo que refleja las inquietudes de la Generación del 98.

       Finaliza este interesante recorrido en el análisis de las vías abiertas hacia la modernidad en la propia obra de Pinazo. "Las pinturas de El León de Oro (...) son suficientes para considerarlo como un renovador o modernista avanzado". Pinazo mantuvo a partir de 1880 un inusitado interés hacia la pintura de su tiempo por la búsqueda de síntesis y abstracción, del expresionismo potenciado por lo inacabado. La viveza y gestualidad con la que es capaz de trazar el agitado perfil de una Valencia al mismo tiempo rural y urbana, que Pinazo consagra para el arte moderno.

Alejandro Villar Torres