EL SECRETO DE JOE GOULD

      Joseph Mitchell, calificado como “cronista de lo insólito y lo original” por el New York Times, llegó a la ciudad de Nueva York en 1929, el día después del crack de la Bolsa. A partir de 1938 trabajaría en “The New Yorker” revista en la que publicaría en 1942 “El profesor gaviota”. Una crónica sobre el perfil de un personaje muy variopinto de la época que atendía al nombre de Joe Gould.
     A pesar de que J. Mitchell intentó desligarse de esta relación cuando publicó su artículo, J. Goul alegó que había sido él quien le había buscado y con la frase “el que se acuesta con perros amanece con pulgas” dio por zanjado el asunto. Fruto de esto contacto continuado a lo largo de los años dio origen al segundo texto titulado “El secreto de Joe Goul” publicado en 1964 siete años después de su muerte.

      Stanley Tucci se ha basado en estos dos textos para dirigir la película del mismo nombre, a la vez que se ha reservado el papel del escritor para interpretarlo en la pantalla.

      En términos generales podemos decir que toda la esencia de ambos textos queda reflejada en la cinta. La utilización de determinados recursos cinematográficos le han permitido al director decir lo mismo pero en contextos distintos. Hasta ahí se puede decir que el espíritu se encuentra en esta adaptación.

      Otro tema bien distinto es que Stanley Tucci no consigue en los 104 minutos de metraje enganchar al espectador, al que llega casi a aburrir. La plasmación de la historia es demasiado plana. La inclusión de escenas familiares del escritor -que en ningún momento sale en el texto escrito- sirven como muleta para contarnos ciertos aspectos de Gould pero resultan un tanto artificiosos, sin llegar a encajar.

      La fuerza que se encuentra contenida en el texto literario no queda reflejada en al pantalla en ningún momento. No hay escenas álgidas que resalten el personaje en cuestión. Aunque las interpretaciones son correctas pecan un poco de encorsetadas y demasiado academicistas.

      Viendo la película, después de leer los textos de J. Mitchell, se puede decir que el director no ha encontrado el camino adecuado para contarnos esta historia de un personaje tan singular como fue en vida Joe Gould.

                                                                               Alberto J. Alfonso